Laura y Mandy se enamoraron en la Universidad y aunque provenían de carreras diferentes, la casualidad, los amigos en común o el destino, los unieron en una relación que perduró y se fortaleció con el paso de los años, que enfrentó retos pero que siempre sedujo a todos por el desenfado, la alegría y el romanticismo no tan fáciles de encontrar hoy.
La petición de casamiento, distante de la boda por sólo unos meses, fue una sorpresa para Laura pues con la complicidad de sus amigas de aquí y de allá, Mandy se las ingenió para pedir criterios y sopesar alternativas hasta encontrar el anillo perfecto, el momento ideal (en la medianoche de su cumpleaños) en el que bajo las estrellas, con La Habana a sus pies y la brisa de la bahía susurrando a su alrededor, comenzarían juntos una nueva etapa en sus vidas.
La noticia puso a todo el equipo de Aire de Fiesta en ánimos más festivos que de costumbre y nos impuso el reto de lograr una boda diferente y especial para una de nuestras más queridas coordinadoras, fundadora de este proyecto y amiga de todos quienes disfrutan la magia de trabajar a su alrededor.
Nuestra Laly, nuestro Mandy (cómplice de millones de aventuras decorativas) movieron su fecha en más de una ocasión para acomodar proyectos de trabajo de nuestro equipo, compitieron con un clima que amenazaba regalarles un diluvio en su noche de bodas y desafiaron hasta la llovizna más tenaz, para darse el Sí quiero y regalarnos una de las celebraciones más recordadas en toda la historia de Aire de Fiesta, que privilegió desde la sencillez aparente, un ambiente mágico.